Frecuencia de eyaculación y riesgo de cáncer de próstata (I parte)

En un artículo publicado en el Clinical Genitourinary Cancer de este mes realizan una revisión sobre la frecuencia de la eyaculación y la posibilidad de tener cáncer de próstata.

RESUMEN

El cáncer de próstata, que constituye una parte sustancial de la incidencia y la mortalidad mundial por cáncer, suscita un examen crítico de los posibles factores modificadores, en particular la frecuencia de eyaculación. Esta revisión narrativa explora la compleja relación entre la frecuencia de eyaculación y el riesgo de cáncer de próstata, abordando la escasez de consenso y la intrincada interacción de factores. Las pruebas extraídas de once estudios con metodologías diversas revelan una comprensión compleja de esta asociación. Mientras que algunos estudios sugieren una correlación inversa entre la frecuencia de eyaculación y el riesgo de cáncer de próstata, lo que significa un posible efecto protector, otros presentan resultados contradictorios, que requieren una exploración exhaustiva. La síntesis de las pruebas subraya la importancia de tener en cuenta la edad, la salud urinaria y los factores relacionados con el estilo de vida a la hora de dilucidar la relación entre la frecuencia de eyaculación y el cáncer de próstata. En particular, los avances tecnológicos, incluidos los modelos de aprendizaje automático y los marcadores genéticos, mejoran la precisión del asesoramiento al paciente y la atención individualizada. En un contexto clínico, los hallazgos enfatizan la relevancia clínica de incorporar el comportamiento sexual a las estrategias preventivas.

Las campañas de salud pública surgen como herramientas influyentes, rompiendo tabúes, concienciando y empoderando a los hombres para priorizar su bienestar. El cambio de paradigma en la comprensión del cáncer de próstata, impulsado por la tecnología y la medicina personalizada, promete evaluaciones de riesgo más precisas. Las biopsias líquidas, la resonancia magnética multiparamétrica y las consideraciones del microbioma intestinal abren vías para estrategias preventivas a medida. Sin embargo, las dificultades metodológicas y las variaciones de los estudios exigen nuevas investigaciones que hagan hincapié en la coherencia, la exploración de los mecanismos subyacentes y una perspectiva que abarque toda la vida.

ESTUDIOS PREVIOS

La relación entre la frecuencia de la eyaculación y el riesgo de cáncer de próstata ha sido objeto de diversos estudios, con algunos sugiriendo una posible relación protectora. Un estudio de caso-control en Australia encontró una asociación inversa débil entre la frecuencia de la eyaculación durante la cuarta década de vida y el cáncer de próstata agresivo, pero no en otras décadas. Otro estudio revisó sistemáticamente la literatura disponible y concluyó que la asociación entre la frecuencia de la eyaculación y el riesgo de cáncer de próstata no es clara, debido a las limitaciones metodológicas de los estudios disponibles. Un estudio más reciente en España observó que una menor frecuencia de eyaculación un año antes del diagnóstico estaba asociada con un mayor riesgo de cáncer de próstata, especialmente en casos con tumores más avanzados. Sin embargo, otro estudio no encontró ningún efecto significativo de la frecuencia de la eyaculación en los niveles de antígeno prostático específico (PSA), que es un marcador del cáncer de próstata. Finalmente, una revisión general indicó que la eyaculación frecuente parece ser protectora contra el desarrollo de cáncer de próstata, aunque los resultados varían según el tipo de actividad sexual.

Introducción

En los últimos años, el cáncer de próstata ha atraído una amplia atención debido a su prevalencia global y a su importante impacto en las poblaciones masculinas de todo el mundo. En 2020, el cáncer de próstata representó el 7,3% de la incidencia mundial de cáncer y el 3,8% de las muertes relacionadas con el cáncer, manifestándose como el segundo cáncer más prevalente y la quinta causa principal de mortalidad relacionada con el cáncer entre los hombres. Esta carga, sin embargo, muestra disparidades sorprendentes entre las regiones, con notables variaciones tanto en la prevalencia como en los resultados.

Por ejemplo, la tasa de incidencia en África Occidental fue de 33,1 por 100.000, acompañada de una tasa de mortalidad de 20,2 por 100.000. Estas cifras subrayan el panorama epidemiológico único del cáncer de próstata en esta región. En marcado contraste, se calcula que en Estados Unidos se producirán 288.300 nuevos casos y 34.300 muertes en 2023, con unas tasas de incidencia y mortalidad de 109,9 y 18,8 por 100.000, respectivamente. Esta notable variación de las tasas entre África Occidental y Estados Unidos pone de relieve la necesidad de comprender el impacto de la enfermedad en poblaciones diversas. Además, la alarmante observación de que las tasas de mortalidad por cáncer de próstata entre los hombres negros en EE. UU. son de dos a cuatro veces superiores a las de otros grupos raciales y étnicos subraya aún más la importancia de explorar la interacción de los factores genéticos, socioeconómicos y de acceso a la atención sanitaria en la configuración de estas disparidades.

Tradicionalmente, el diagnóstico del cáncer de próstata se realizaba mediante una combinación de tacto rectal, análisis del antígeno prostático específico y biopsias de próstata. Sin embargo, los recientes avances tecnológicos han transformado significativamente el panorama del tratamiento del cáncer de próstata, dando paso a una nueva era marcada por una mayor precisión diagnóstica y mejores resultados terapéuticos. La integración de nuevos marcadores moleculares y modalidades de imagen de vanguardia, como la resonancia magnética multiparamétrica (RMP) y la tomografía por emisión de positrones con antígeno prostático específico de membrana (PSMA-PET), ha revolucionado el enfoque diagnóstico, permitiendo una evaluación más individualizada. En particular, la RMP se ha convertido en una herramienta fundamental que guía a los médicos en la identificación y caracterización de lesiones sospechosas, reduciendo así las biopsias innecesarias y minimizando las molestias asociadas al paciente.

Además, la aparición de marcadores genéticos, incluido el gen BRCA, no sólo ha reforzado nuestra comprensión de la enfermedad, sino que también ha desempeñado un papel crucial en la adaptación de las opciones terapéuticas a individuos con perfiles genéticos específicos. La incorporación de estos conocimientos genéticos en la toma de decisiones clínicas representa un avance significativo hacia estrategias de tratamiento más personalizadas y eficaces. Directrices recientes abogan por la adopción de un enfoque proactivo, recomendando una RM de próstata para los hombres con riesgo de cáncer de próstata antes de recurrir a una biopsia. Este cambio en el protocolo subraya el papel fundamental de la imagen avanzada en la optimización de la vía de diagnóstico. Si bien los métodos convencionales como la TC y las gammagrafías óseas siguen siendo integrales, la tomografía por emisión de positrones (PET), en particular mediante el antígeno prostático específico de membrana (PSMA)/PET, destaca por su excepcional sensibilidad para detectar metástasis. Esta mayor sensibilidad contribuye a una estadificación precoz y precisa, lo que permite una intervención oportuna y un enfoque terapéutico más adaptado. La integración de técnicas de imagen avanzadas y marcadores genéticos no sólo perfecciona el proceso de diagnóstico, sino que también allana el camino para una estrategia más personalizada y eficaz en el diagnóstico y el tratamiento del cáncer de próstata. Estos avances tecnológicos representan un cambio de paradigma hacia la medicina de precisión, con mejoras tangibles en los resultados para los pacientes y una mayor comprensión de la heterogeneidad de la enfermedad.

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